Dicen que la cara es el espejo del alma. A veces sí y a veces no. Las casas, en cambio, casi nunca fallan. Y la de Kiko Matamoros (Madrid, 1956) es grande, muy grande, apabullante. Todo un despliegue que presume de haber decorado él mismo. «Mira —te explica—, estos armarios los he diseñado yo». Y lo que ves son dos moles de formas irregulares y un color muy vistoso, entre el azul y el morado. La entrevista transcurre en el salón, con varios balcones a la calle, un piano de cola, antigüedades, diversas obras de arte y un único libro, el que está leyendo y del que nos hablará en el trascurso de esta conversación. A la izquierda, a través de unas puertas de cristal, se intuye el dormitorio. A la derecha, el gimnasio. Y cuando decimos gimnasio, en efecto, es un gimnasio y no una mera bicicleta estática: hay máquinas, un increíble despliegue de mancuernas, guantes para no dañarse las manos y diferentes objetos que no somos capaces de describir ni mucho menos nombrar.
Tampoco resulta sencillo definirle a él porque como nos dirá muy pronto: «desgraciada o afortunadamente he vivido muchas vidas». Primero fue un niño al que su madre escondía de la Guardia Civil, después el modelo que con una sola campaña sacaba para vivir medio año, de ahí saltó a una cadena autonómica cuyas corruptelas denunció ante la prensa, se hizo consultor y reorganizó distintas empresas de día mientras de noche frecuentaba a legendarios mafiosos, se ganó el odio de los funcionarios de la Comunidad de Madrid como asesor de uno de sus consejeros… Y por fin, la fama y la televisión. Pero tampoco ahí pudo quedarse quieto: participó en realities, en debates que trataban casi de cualquier tema, en tertulias deportivas… Y se convirtió en una de las estrellas de Sálvame, el programa más amado, denostado y revolucionario de la reciente historia de la televisión. Hablamos con Kiko Matamoros de su trayectoria y de algunas de sus grandes pasiones, entre las que se encuentra la literatura. Lástima que él, de momento, se resista a escribir ese libro que le reclaman varias editoriales, y puede que hasta su propia conciencia.
Al recordar tu infancia, siempre hablas con mucho cariño de tu madre.
Como el noventa y nueve por ciento de la gente, y más en aquellos tiempos. Yo soy del 56 y entonces la figura paterna era por lo general muy rígida, muy exigente, muy dura. Mi madre era el refugio, el paraguas donde de alguna manera buscabas cobijo y en muchos casos nos encubría. Recuerdo una frase que la pobre repetía constantemente: «Por Dios, que no se entere tu padre». Y recuerdo que venía la Guardia Civil a casa a buscarnos, con once o doce años, y ella siempre nos protegía.
¿Por qué os buscaba la Guardia Civil?
Pues no lo sé, lo mismo nos daba por disparar a una farola con la carabina de perdigones que por rayar los coches o hacer cualquier putada, cualquier salvajada que nos pareciera graciosa. Recuerdo estar escondido debajo de la mesa y mi madre diciendo que no, que allí no estábamos, que ella no sabía nada pero que ya nos preguntaría.
Fue ella la que te inculcó el hábito de la lectura.
Mi padre también leía bastante y los dos fueron un referente en eso, pero es verdad que mi madre nos leía cuando nosotros aún no sabíamos.
Os leía en las comidas.
Nos leía en las comidas porque era cuando la solíamos liar. Somos cuatro hermanos varones y dábamos bastante guerra, entre nosotros nos pegábamos con mucha facilidad. También en esa época te daban en casa, en el colegio… Te pegabas en la calle… Éramos bastante violentos en general y mi madre nos leía para amansarnos y que tuviéramos la cabeza en otra cosa.
¿Qué os leía?
A veces libros para adultos, recuerdo que nos leyó por ejemplo Los hermanos Karamazov, pero también libros de aventuras, como Kazán, perro lobo. Un poco de todo, y cuando no entendíamos algo, nos lo explicaba. Tenía una voz y una entonación preciosa, habría sido una magnífica actriz de doblaje. Eso fue decisivo para empezar a amar la literatura o hacerla, por lo menos, algo necesario en mi vida.
También hay escritores en tu familia.
Sí, por parte de padre y por parte de madre. Mis dos abuelos eran militares de derechas, pero un tío paterno, Eloy Ripoll del Río, hermano de mi abuela y republicano, se tuvo que exiliar y se fue a México. Allí tuvo cierto reconocimiento y ganó algún premio literario con un libro que se llamaba Tranvía Primavera y otros cuentos.
¿Y por parte de madre?
Por parte de mi madre está Almudena Grandes, que era prima hermana mía, y heredó toda una vocación familiar que le venía de su padre, mi tío Manolo. Para mí, él siempre fue un referente masculino, era un tipo muy varonil y muy elegante. Un día, con veinte o veintiún años, fui a casa de una modelo amiga y me encontré un libro suyo de poemas, Castilla ancha y torera. Pensé: «hostias» y me contó que tenía una aventura con él.
¿Qué relación tenías con Almudena Grandes?
Ella era tres años menor que yo, y de pequeños teníamos mucha relación. Luego, cuando ella tenía dieciocho años y yo veintiuno, nos juntábamos de vez en cuando porque mi familia materna fue siempre una piña, eran siete hermanos y estaban muy unidos. Tenían casa en Becerril de la Sierra, donde también tenía casa mi abuelo, y había mucha amistad entre los primos. A Almudena la traté bastante en esa época. Cuando escribió su primera novela, Las edades de Lulú, empecé a leerla y me produjo un poco de rechazo porque reconocía muchas acciones y a muchas personas, y había episodios que ya conocía pero no eran agradables para mí.
¿La seguiste leyendo después?
La he seguido, sí. Almudena, como novelista, no es santo de mi devoción. Me gustaba más como articulista, pero respeto su obra y la vocación con la que la ha hecho. Creo que ha sido una trabajadora incansable. En su primera juventud era muy pedante y resultaba muy gracioso escucharla hablar con doce o trece años de cine italiano y de Visconti, Antonioni, Bertolucci… Establecía una comparativa entre ellos sin haber visto dos fotogramas de ninguna de sus obras. Esa impostura era maravillosa, no me extraña que se hiciera novelista.
Tu relato Miércoles de ceniza se sitúa en 1964, cuando tú tenías ocho años, y habla de un colegio de curas, y de un ambiente lleno de miedo, de culpa y de abusos sexuales.
Es lo que había, no me he inventado nada, ni soy el primero que lo cuenta ni seré el último. Lo más aterrador era el silencio y el encubrimiento. En ese sentido no solo hago responsables a los autores de esos actos sino a los que echaron tierra encima. El problema era absolutamente real y ha condicionado de forma dramática la existencia de muchas personas. Imagínate la fragilidad que puede tener alguien con ocho, diez o doce años. Y cuando se descubría un caso de abusos innegable, indefendible, lo único que se hacía era cambiar de centro al culpable, y mandarlo a otra parte para que siguiera jodiendo la vida de otras personas.
Cuentas que los mayores, cuando ya estaban fuera del colegio, se vengaban e insultaban a los culpables si se los encontraban por la calle.
Sí, eso pasaba, y los curas se quedaban bloqueados, no tenían respuesta. Lo único que hacían era acelerar el paso. Los antiguos alumnos ya tenían diecisiete o dieciocho años, y era gente además de barrio, muy baqueteada, les habían perdido el miedo y el respeto, les decían de todo y los pequeños aplaudíamos. Recuerdo una vez en un autobús, el 29, yo estaba ya en la facultad en Derecho y se subió un cura, el Pato, íbamos tres, le dijimos de todo y se bajó en la siguiente parada. Fue una revancha infantiloide si quieres, pero tampoco había otra alternativa. Lo que me ha sorprendido y escandalizado con el tiempo es que el señor Ángel Gabilondo, exhermano de la orden corazonista y actual Defensor del Pueblo, que vivió aquellos episodios criminales en primera persona, haya tenido la osadía de decir públicamente que desconocía los hechos, y para más inri ha sido el encargado de elaborar el informe sobre abusos sexuales en el seno de la Iglesia. ¡Qué poca dignidad!
Miércoles de ceniza es el único relato que has publicado, pero imagino no es el único que has escrito.
Eso fue una apuesta que hicimos en Twitter un grupo de gente que hablábamos de literatura: a que no hay narices de escribir un relato. Los de la revista Citizen me dijeron que si yo me animaba, ellos lo publicaban. Pensé que estaban locos, pero lo hice y les gustó. También le gustó a alguna editorial que me llamó y me hizo una oferta.
¿Y no te animas?
Hay algunas cosas esbozadas, pero no tengo cojones para escribir, me falta autoestima y me sobra pudor.
Dices que te sobra pudor pero ese relato aborda un tema muy difícil y es absolutamente autobiográfico, resulta muy fácil reconocerte.
No me dio pudor en términos profesionales, lo hice sin ánimo de lucro y con espíritu amateur. Fue además liberador, porque han pasado muchos años, pero es algo que llevas dentro. Recuerdo que lloré mucho escribiéndolo. Hay también muchos otros componentes y muchas connotaciones, que no están ahí plasmadas, pero yo sí las conozco y me remueven mucho, suponen ir a mis raíces. Durante mucho tiempo he creído que lo más terapéutico era el olvido, pero no es verdad. Podría ser higiénico, antes de irme, hacer esa catarsis y vaciarme de alguna manera.
Entonces habrá que continuar la catarsis.
Lo podría hacer, historias tengo para dar y tomar, historias que desconocen mis hijos o algunos amigos y no digamos mis seguidores, porque no sé si desgraciada o afortunadamente he vivido muchas vidas. Yo siempre digo que tengo mi vida amortizada, me puedo ir mañana y me importa poco. Hombre, me jodería por el daño que le puede producir a la gente que me quiere, y si en mi mano está vivir cien años, pues fantástico. Pero he tenido experiencias suficientes como para considerar que mi vida no ha sido un paseo en barca sino que muchas veces ha tenido tintes trágicos o de aventura. Hay también muchas cosas que no he contado por respeto a otras personas y a gente que ya no está, momentos más o menos complicados que son muy literarios, pero no me compensaría de ninguna manera producir ese daño a su memoria.
Te defines como hedonista, supongo que toda esa oscuridad y esa culpa del colegio te la sacudiste muy pronto.
Lo antes que pude, o lo antes que supe.
¿Cómo fue el proceso?
Una de las claves de la felicidad es el descreimiento. Llega un momento, que más que a creer, hay que aprender a descreer. Lo digo siempre que tengo ocasión. Hay que soltar lastre para tomar altura, deshacerse de prejuicios, aunque ahora me llaman fascista muchas veces…
¿Por qué te llaman fascista?
Porque me río de Podemos o me río de no sé qué, o no estoy de acuerdo con lo que hace Pedro Sánchez. Y entonces me dicen que si yo antes no era socialista… Son gilipollas… Yo creo que primero cargamos la mochila y luego la descargamos. Ese es el ciclo vital: ir desprendiéndote de prejuicios y de miedos. La clave está en ser cada día más libre para estar más a gusto contigo mismo, decir lo que te nazca en el momento que te apetezca, proyectarte como sientes y no como los demás esperan de ti o quieren que seas.
Pero sí estuviste cerca del PSOE.
He tenido vinculaciones más o menos tangenciales con la política y con el partido socialista. Fui asesor del Consejero de Obras Públicas y Transportes de la Comunidad de Madrid durante cuatro años.
¿En qué época?
Con Leguina. Conozco un poco el funcionamiento de todo ese mundo y lo que desgraciadamente nos ha quedado es dramático. Han permitido que la política se haya convertido en un campo abonado para el florecimiento de personajes y partidos tan dañinos y populistas como Vox o Unidas Podemos, y sus amados líderes. Ahora estaba entrenando con la televisión puesta y pensaba que tenemos unos políticos cada vez más ignorantes, salvo muy pocas y honrosas excepciones. Son el reflejo de la sociedad y de su generación. Es una putada, pero estoy convencido de que el bachillerato elemental de antes era muchísimo más elevado y te aportaba una cultura general mayor que cualquier licenciatura de hoy en día. Coño, que para aprobar el bachillerato elemental había que tener conocimientos básicos de latín, de griego, de geografía, de historia, de literatura…
¿Y los políticos?
Hoy el jefe de la oposición cita a Machado, y le cita mal, y a ninguno de esos casi trescientoc cincuenta semianalfabetos que hay en el Congreso se le mueve una ceja. Le tienen que mandar un mensaje a Pedro Sánchez para que se descojone porque él tampoco se había enterado. En los tiempos de Felipe González y de Guerra, incluso de Fraga, al que le gustaba citar a Chesterton, era otro nivel: pusieron de moda a Kavafis, a Mahler, a Machado, a Marguerite Yourcenar, a García Márquez… Hablaban de literatura, de música, tenían cultura, tenían esa vocación de conocimientos, podían citar en el Congreso o en una entrevista, eran grandes promotores de la cultura. Hoy es un puto erial. Hasta Aznar citaba a Manuel Azaña. Ahora, la vicepresidenta, la señora Díaz, y la ministra de Universidades cocean el diccionario.
¿Te sigues considerando de izquierda?
Yo soy socialdemócrata y liberal en el sentido más noble de la palabra, o así me considero. Y desde luego no he votado a la derecha en mi vida, ni lo voy a hacer, de verdad. Ahora me dicen que soy el amiguito de Abascal. ¿De dónde se han sacado eso? Creo en el libre mercado, en la justicia social, en la igualdad, etcétera, etcétera. Y en eso voy a creer toda mi vida, lo que me gustaría es que hubiera alguien al que poder votar. No voté en las tres últimas elecciones por pura convicción, por no traicionarme. Y después de conocer las consecuencias y costes del mal llamado gobierno de progreso quizás me haga apátrida.
Dijiste que te cortarías la mano antes de volver a votar al PSOE.
Primero dije que me cortaría una mano antes de votar a Sánchez, no al PSOE, y luego, en otra entrevista, dije que me cortaría las dos. Hoy me cortaría el cuello. No solo me he quedado sin partido, me he quedado huérfano de creer que haya alguien que me pueda representar mínimamente. Yo no soy militante de nada. Soy militante de mí mismo, de lo que yo creo. No soy cautivo de nadie y nadie tiene por qué serlo tampoco. ¿Que estoy más cerca de la vieja escuela socialista? Sí. ¿Que me gusta oír y leer a Alfonso Guerra? Reconozco que también. Y si a alguien todo esto le parece naftalina, pues estupendo, pero tienen muy jodido justificar ese rechazo porque no saben ni de dónde venimos. Pretenden abolir la Transición, dejarla sin efecto, crear un nuevo orden constitucional. Son una panda de interesados e indigentes que no sabe ni por dónde sopló el aire.
¿Tan mal ves el panorama?
Manda narices que Podemos esté contra la Jefatura del Estado por ser hereditaria y luego el ser supremo haga ministra de Igualdad a su pareja, quizás por su enorme bagaje cultural y formativo, y su experiencia en la gestión de la caja del súper. Hay algo que me tiene fascinado últimamente, y tengo que felicitar a Pedro Sánchez. Nunca hubo un ejército de voceros tan servil y adoctrinado como eso que Gascón ha bautizado como la Asociación Imaginaria de Parodistas de España. Todos el mismo y oportunista discurso, machaconamente trasladado al dictado del señorito, sin pudor ninguno, modificado según las necesidades del momento y todo perfectamente contradictorio con lo que mantenían meses, semanas, días o minutos antes. Si no fueran tan dañinos, nos darían risa y lástima.
¿Cómo fue tu paso por la universidad?
Fue una escuela de backgammon, de póquer y de muchas otras cosas. Estudié Derecho porque me obligó mi padre. No me obligó a hacer Derecho exactamente, pero sí una carrera. Yo quería estudiar arte y decoración, pero él me contestó: «¿Y qué tal una cosita de hombres?» (risas). Me matriculé en Derecho por hacer algo, pero hasta tengo alguna matrícula de honor.
¿En qué?
En Derecho del Trabajo, y es cojonudo porque yo me estudié el Fuero del Trabajo y al año siguiente lo derogaron y aprobaron el Estatuto de los Trabajadores, con lo que resultó doblemente inútil (risas). Pero dejé la carrera y me puse a trabajar como modelo publicitario, que era una forma de ganarme la vida e independizarme.
¿Qué tipo de trabajo hacías: fotografía, pasarela…?
De todo. Fue una época en la que empezaron a llevarse los tíos fuertecitos, más duros. Hasta entonces todo eran caritas de rosa. Y la verdad es que trabajé muy bien. Lo dejé porque era una profesión bastante inestable, pero comparativamente se ganaba muchísimo más dinero que ahora. Hacías una campaña de El Corte Inglés y tenías para medio año. Trabajé también para firmas muy buenas, como Jesús del Pozo, que entonces era la ultravanguardia; participé en lo primero que hizo Armani en España junto a José Coronado, que estaba en mi agencia y nos eligieron a los dos. Te movías además en un ambiente bastante disoluto, como se decía entonces, y bastante divertido. Pero con sus aristas…
¿Qué aristas? ¿Droga, heroína…?
La heroína no es que fuera un elemento predominante, pero sí estaba ahí. Yo la probé y me sentó tan mal que no he querido volver a tomarla en mi vida. Me recuerdo vomitando y hecho una mierda. Hubo, en cambio, mucha gente que se quedó en eso. El problema fue que alcanzamos muy rápido unos grandes niveles de libertad y yo creo que confundimos un poco los términos. Cualquier manifestación artística se aplaudía como si fuera la hostia. Para mí la movida fue una puta mierda y ahí tengo una foto de García-Alix y un cuadro de Ceesepe, pero se salvan tres. Y en cuanto a música, por ejemplo, me parece lo peor de lo peor. Fue una fiesta con mucho confeti y al final no había nada debajo, solo la necesidad de sentirse moderno y liberado.
¿Qué otros trabajos tuviste antes de llegar a la televisión?
Fui comercial de una editorial técnica. Teníamos libros para formación profesional de matemáticas, física y química, electricidad y electrónica… Una vez nos escribió la Casa Real y nos pidió unos títulos. Se presentó en la editorial un motorista y se llevó dos o tres colecciones que no recuerdo ahora. Decían que eran para el príncipe.
¿Tuvisteis alguna respuesta?
Una carta muy atenta de agradecimiento, firmada por el marqués de Mondéjar, pero de pagar la factura nada de nada (risas). Unos meses después volvieron a pedir más, supongo que serían para las hermanas. No se si les habrán valido de algo. A lo mejor sí le ha servido a Cristina el de contabilidad (risas).
Cuéntame más trabajos.
Estuve unos años en Canal Sur cuando se abrió. Trabajaba en el departamento de producción ajena. Era el responsable de todas las adjudicaciones y de la fiscalización de los doblajes que se hacían para películas, series, documentales… Se movía un presupuesto importante. También se encargaba el departamento del tema de compra de derechos. Fue el momento de mayor auge de las autonómicas y España era el sitio donde más dinero se pagaba en el mundo por los derechos de emisión. Y a mayor precio de venta, mayores comisiones. Eso era una casa de atracos… Lo acabé denunciando en El Mundo y fue portada durante una semana, al menos en la edición de Andalucía… Brutal, tan brutal como el agujero que produjeron. Cuando salí de ahí, trabajé como consultor de dirección, que posiblemente sea el trabajo más duro que he realizado en mi vida.
¿En qué consistía?
Consistía en hacer un estudio y diagnóstico de la estructura funcional de las empresas y los procedimientos de trabajo. Teníamos que rediseñar la organización y asignar funciones y tareas al personal. Presentábamos una propuesta de reorganización y mejora del rendimiento. Venía un señor, por ejemplo, que embotellaba vino, y yo tenía que meterle el bisturí a todo y optimizar, garantizar y hacer una propuesta de adecuación y mejora. Cuando traspasaron las competencias del transporte a la Comunidad de Madrid, llamaron a la empresa en la que yo trabajaba para hacer un estudio y luego me contrataron a mí para la implantación. Los funcionarios me odiaban porque les puse a trabajar. Informatizamos todos los puestos y ahí ya sabías cuándo alguien había empezado su jornada porque le había dado a la tecla (risas). Era un sistema muy cabrón, pero no se utilizaba para eso. Sí para tener más o menos un control de lo que se podía hacer y hasta qué punto se podía exigir. Pero yo no les caía muy bien. Me querían cortar los huevos.
¿Qué tipo de vida hacías fuera del trabajo? ¿Seguías saliendo de noche?
Sí, yo nunca he dejado la noche.
¿Ahora tampoco?
No, no, que va. Estoy en Oh My Club, y tengo mi espacio. Me han puesto un neón.
¿Qué pone el neón?
El rincón de Kiko Matamoros.
¿Qué es? ¿Una zona vip?
Es un área privada pero que está a la vista de todo el mundo.
¿Y ahí vas con tus colegas?
Con mis colegas, con mi mujer… A la gente le gusta ir a saludarte.
¿Vas todas las noches?
No, me paso un día a la semana.
¿Cómo empezaste a representar a famosos?
Estuve como secretario general de la Asociación de Empresarios del Juego en Madrid y, al mismo tiempo, creamos una productora que trabajaba para las autonómicas y abrimos una línea de representación. Eso fue con un excuñado mío y a la primera que representamos fue a su hermana, Mar Flores, que nos daba muchísimo trabajo.
Eran sus años buenos.
Sus años convulsos más bien (risas). Cuando me separé en el 98 rompimos la vinculación, pero la mayor parte de la gente a la que habíamos representado en la productora quiso seguir trabajando conmigo.
Imagino que eso te dio una visión privilegiada de la fama y del negocio antes de convertirte tú en famoso.
Sí, claro, me dio muchísimo conocimiento. Tenía además un trato muy frecuente con los periodistas del corazón más potentes de aquella época. Nos reuníamos de vez en cuando y alguno, que Dios tenga en su Gloria, y otros, que todavía no les tiene, pues te pedían algún detallito, como un viaje a China o un Cartier, para hablar bien de tu representado, para tratarlo mejor. Conocí bien las tripas del negocio.
En una entrevista que te hizo Jesús Quintero con tu hermano Coto te definías como visceral, ¿lo sigue siendo?
Yo creo que cada vez menos. Pero esa entrevista tiene su historia. Jesús era amigo de no pagar. El negocio siempre lo hacía él. Se suponía que resultaba muy prestigioso que te entrevistara y a mí el prestigio me parece muy bien pero no para que se lucre otro, y más a los niveles que él se lucraba. Total, que él quería hacer la entrevista con los dos y yo le dije que sí pero que quería cobrar. Él se resistió pero al final creo que le saqué unos seis mil euros. Al llegar, se enteró mi hermano y se subía por la paredes. Lo que le jodía es que yo cobrara y él no. La entrevista luego la editó Jesús como le pareció mejor para favorecer a mi hermano. Entre otras cosas, le conté que le había puesto los cuernos con una novia suya y eso no lo emitió (risas).
En la entrevista transmitís muchísima agresividad los dos.
Era lo que vendía entonces. Ahora se hace, supuestamente, una televisión muy blanca y familiar en Telecinco. El otro día estuvo el hijo de Bárbara Rey contando que su madre les facilitaba cocaína, eso debe ser lo blanco, y echando pestes de ella, eso debe ser lo familiar. Luego compareció la mujer de Dani Alves, encarcelado por una presunta violación. Supongo que no puede haber un programa más blanco ni más familiar, pero es lo único que les ha funcionado desde el adiós de Sálvame. Eso y cuando han hablado del nieto descuartizador de Sancho Gracia. Todo queda en familia, pues.
Los situaciones más duras de Sálvame no eran nada comparado con la televisión de los noventa.
Sálvame era un jardín de infancia al lado de la televisión que se hacía entonces. Crónicas marcianas era brutal, pero brutal, brutal.
Ahora ha vuelto Crónicas marcianas.
No ha vuelto, es una especie de homenaje, no creo que la cosa vaya más allá.
¿A ti te llamaron para que participaras?
Me llamaron al principio y les dije que sí, que no había problema, fijamos una fecha para hacerlo pero, de repente, dos o tres días antes me volvieron a llamar para comunicarme que me había caído del proyecto. Ya me extrañaba que me llamaran…
¿Por qué te extrañaba?
Hombre, porque en Telecinco, no sé por qué exactamente, pero algunos nos hemos convertido en personas non gratas.
¿Por vuestra vinculación con la imagen de Sálvame?
Más que con la imagen de Sálvame, que también, con La Fábrica de la Tele, la productora.
¿Se equivocó Telecinco al acabar con Sálvame?
No lo sé, lo sabrán ellos… Pero yo creo que sí porque han perdido mucha audiencia aunque dicen que tienen muy buenos resultados económicos. Yo me alegro mucho si es verdad.
¿Sálvame no había bajado mucho de audiencia?
Eso es mentira. Eso es lo que han vendido y algunos indocumentados lo han querido comprar. Sálvame iba bien de audiencia, lo que pasa es que nos lo ponían cada vez más difícil con el código ético que se inventaron y con la prohibición de hablar de determinados personajes… Mira, donde Telecinco hace ahora un ocho por ciento, nosotros hacíamos un once, y con veinticinco minutos de publicidad en esa hora, y ahora van limpios, descargaditos de anuncios, para salvar el formato. Y luego nos quitaron las horas de mayor audiencia, de siete a ocho de la tarde, que era donde verdad tirábamos… Pero vamos, nos fuimos haciendo un catorce y ahora hacen un nueve y tienen que dar las gracias. Ana Rosa Quintana ha renunciado a la franja de cuatro a cinco de la tarde para mejorar su dato, pero le cuesta llegar al diez, y decía que su objetivo mínimo era el catorce. En fin, es un negocio complicado y solo los genios entienden de esto, alguno ya no está y se nota. Uno de mis últimos Deluxe fue con Lolita, que entró primero por contrato, y luego fui yo. Hicimos casi un dieciocho frente a las semifinales de La Voz.
¿Supuso un punto de inflexión para ese final que Jorge Javier Vázquez dijera que Sálvame era un programa de rojos y maricones?
No. Yo creo que el final es cuando se produce una alineación política que no había en ese momento. Entonces, creo recordar que estaba Alejandro Echevarría como presidente del consejo y Paolo Vasile como consejero delegado. El final lo marca Borja Prado, que ahora se ha marchado. Apostaron por hacer una televisión de derechas de cara a las generales que se preveían para estas fechas; al adelantarse y, tras perder las elecciones, no tiene mucho sentido el papel que habían previsto para Ana Rosa como predicadora política. No vas a estar cuatro años dándote de hostias con el poder. Yo respeto que nos cancelaran, están en su derecho, cada uno dirige su empresa como mejor le interesa, pero la forma de enterarnos fue bastante irrespetuosa. ¡Joder, que llevábamos catorce años con el programa y nos enteramos de que estábamos en la calle por El Mundo! Es de muy mal gusto. Ni la productora, ni los trabajadores, ni los espectadores se merecían eso.
Estábamos hablando de la visceralidad y de cómo te habías templado tú y la televisión.
Claro, se ha templado todo. Estamos hablando de hace veinte años, o más incluso. El mundo es otro.
¿Qué ha pasado?
Sobre todo, la corrección político-social. Ese elemento corrector que actúa de alguna manera, y salvando las distancias, como la brigada politico-social de la policía franquista.
¿Teníais mucha presión en ese sentido en Sálvame?
Teníamos unas directrices de lo que era asumible y lo que no, lo que se podía decir y lo que no.
¿Os lo marcaban?
Claro, a veces te lo marcaban y, de repente, veías que alguien se lo pasaba por el arco del triunfo. Nos mirábamos y decíamos «vale, pues muy bien». Pero en líneas generales sí nos hemos movido dentro de los límites de lo que se entendía que era correcto o emisible.
Esos límites, al menos en los primeros años, se fueron ensanchando mucho.
Evidentemente. Han sido catorce años y en catorce años la sociedad ha evolucionado mucho. No había lenguaje inclusivo, por ejemplo.
¿Sientes que esos cambios han sido para mejor o para peor?
Yo creo que en general es un viaje a ninguna parte. Lo del lenguaje inclusivo me parece un perfecto absurdo. ¿De verdad una sociedad es más tolerante, mejor, más moderna por pronunciar todas y todos?, ¿portavoces y portavozas?, ¿medicos y médicas? Entiendo que hay que huir de expresiones ofensivas, pero, mira, chico, yo es que de verdad me pierdo. El tema de la diversidad sexual me tiene loco. El otro día me dio por mirar cuántas identidades sexuales había, y resulta que son más de cincuenta y cada una con su bandera. Yo no sé dónde quieren llegar ni siquiera si quieren llegar a alguna parte. Eso no tiene nada que ver con la libertad ni con la defensa de los derechos de ningún colectivo ni nada. Al final, cada uno vamos a tener nuestra bandera y nuestra propia identidad sexual, porque siempre habrá algún elemento diferencial del resto. No puede ser que uno se vista de fallera y ya haya que saber que pertenece al colectivo de falleras transexuales, no binarias, poliamorosas, de género no fluido del niño Jesús. No tengo tiempo ni ganas de dedicarme a estudiar este fenómeno para que nadie se sienta ofendido, ofendida u ofendide.
En esa entrevista con Quintero, además de visceral, te definías como honesto. ¿Se puede ser honesto y trabajar tanto tiempo en la televisión?
Joder, en la televisión y en cualquier lado. Tiempo de defraudarte tienes todo el que quieras en cualquier profesión. Hace poco me entrevistaron para El Español y me preguntaron por Berlusconi. Yo le dije que le contestaba si él me contestaba primero sobre Pedro J. (risas). Y ahí se acabó. No han publicado la pregunta. ¿Es honesto el director del Reina Sofía que ha convertido el museo en la obra de un comisario político? No sé, en cualquier caso y volviendo a tu pregunta, es más fácil ser honesto cuanto menor sea el presupuesto que manejas. Esa es mi experiencia en la televisión.
Lo bueno es que aquí el jefe (Ángel Fernández) es el que está haciendo las fotos. ¿Tú ves la tele? Acabas de mencionar First Dates y cuando hemos entrado la tenías puesta.
Veo Al rojo vivo por las mañanas. Entreno de once a doce, tengo ahí el gimnasio (señala a su derecha donde, en efecto, se ven las máquinas a través de la puerta de cristal de la habitación contigua) y pongo siempre ese programa. También suelo ver TEM, soy fan de Castelo y de Margallo, una excepción, entre otras, dentro del panorama político-cultural.
¿Entrenas una hora todos los días?
Sí, lo procuro, de lunes a viernes, cinco días a la semana. También me gusta mucho ver cine, fútbol, deporte… Ahora me ha dado por el baloncesto. Y las noticias de las tres de la tarde.
Aparte de dinero, ¿qué te ha dado la televisión?
Fama o si prefieres, el reconocimiento de la gente en la calle.
¿Lo llevas bien?
Yo perfectamente, lo que no entiendo es a los idiotas que dicen que les molesta la fama. Chico, pues dedícate a otra cosa. Claro, es que es delirante. Es como si un futbolista se quejara de que los fans le piden una foto. Pues haberte hecho del Ku Kux Klan, te pones una capucha, no te conoce ni Dios y a los tuyo (risas). Hay mucha gente que me odiará, estoy absolutamente seguro, y por las redes sociales me lo manifiestan, pero en la calle solo he tenido dos episodios desagradables y uno porque creo que me confundieron con mi hermano Coto. Fue una señora mayor en Barcelona, que se cruzó desde la acera contraria insultándome y me quería pegar con un paraguas (risas). La verdad es que me hizo mucha gracia.
¿Y qué pasó la otra vez?
Fue en Málaga, me dijeron todo tipo de lindezas desde un coche pero eso es lo único malo que me ha pasado. Lo normal es lo contrario, sobre todo cuando sales de Madrid, porque aquí supongo que la gente está más acostumbrada a ver personas conocidas. La gente te pide fotos y te dicen: «eres mi fan número uno» o «soy tu ídolo» (risas).
Usas poco las redes sociales.
Muy poquito, cuelgo lo que me apetece y cuando me apetece, hay épocas que a lo mejor estoy un par de meses sin publicar nada, y solo las miro de vez en cuando.
¿Las utilizas para ganar dinero?
No, pero me vienen muy bien para viajar porque tengo un perfil que le gusta a determinada gente, sobre todo fuera de España, o a determinadas empresas, para asociarlo con sus productos, como hoteles de lujo. Para eso me viene de perlas.
O sea, que te invitan.
Exacto, y a algunos restaurantes de primer orden también.
¿Se pueden hacer amigos de verdad en la televisión?
Sí, claro. Puedes hacer amigos en cualquier lado. Y hay también envidias y puedes crearte enemigos. En eso la televisión es como cualquier otro trabajo.
¿Qué amigos has hecho tú en todas estos años de Sálvame?
Pues cuatro o cinco, la gente ya sabe quiénes son…
El número de enemigos es mayor.
Sí, bueno, y también hay gente que te es indiferente, y tú le eres indiferente. Tampoco tienes por qué entrar en conflicto. De verdad que eso pasa en todas partes, la televisión no es un ecosistema muy especial.
Hombre, especial sí es, estáis sometidos a mucha presión, tenéis el foco siempre encima…
Ya, pero al final eres como un funcionario. Después de no sé cuántos años, yo iba a trabajar como el que va a poner sellos. Cuando oyes una cosa, la respuesta te sale automática. Yo era casi un robot y sabía lo que querían de mí. He estado en todos los programas y he sido, con diferencia, el colaborador que más ha trabajado en la televisión en los últimos seis o siete años. Además de Sálvame, me llamaban para programas de fútbol, realities, debates… Iba todos los días, los fines de semana, los viernes por la noche, hacía dos dobletes semanales… He currado como un cabrón y al final te están hablando de cosas que son repetitivas: los conflictos familiares de los clanes, que si los Pantoja, que si los Rivera… Y tú ya te lo sabes todo, pero el espectador no se cansa nunca.
¿No te divertías trabajando en la televisión?
Me divertía delante de cámara cuando venía algún invitado ocurrente, o alguien hiperexcéntrico, pero no como norma general. Entre nosotros, en cambio, sí. Me divertía mucho con las bromas que hacíamos fuera de cámara. Había compañeros con los que tenía muchísima complicidad y solo necesitábamos mirarnos para soltar la carcajada. Con Jorge Javier también he tenido mucha complicidad, es un genio, y todo lo contrario con alguna presentadora, de la que nos reíamos mucho, pero no con ella sino de ella.
¿Te reconoces en ese Kiko que salía en la televisión o había mucho de personaje?
Hombre, de personaje siempre hay algo, siempre tienes que impostar y que intensificar de alguna manera los estados de ánimo, porque estás haciendo televisión y estás haciendo espectáculo. Si todo te la suda, la gente se queda fría. Tienes que saber manejar algunos registros, un buen colaborador de este tipo de formatos tiene mucho de actor.
Sueles decir que Sálvame era la versión actual de la parada de los monstruos.
Claro, lo digo y lo mantengo. Yo recuerdo haber ido a las casetas esas que exhibían al hombre forzudo, a la mujer barbuda, a la enana tragasables… Nosotros éramos un poco la continuación de eso y no me da ninguna vergüenza reconocerlo. Como éramos también los gladiadores del siglo XXI a los que echaban a las fieras. Y éramos un crisol que representaba a muchas facciones o muchos elementos de la sociedad, pero hiperdopados, o muy exagerados. Como Belén Esteban, que era la princesa del pueblo, y seguramente haya muchas personas que se sientan representadas por esa figura y lo que ella decía. En eso consiste la magia de la tele, aunque visto con distancia o visto desde fuera, quizá haya gente que no termine de entenderlo.
Tú lo llevas bien pero, ¿no quedan demasiados juguetes rotos por el camino?
¿Y dónde no hay juguetes rotos? ¿No los hay entre los actores, deportistas, músicos, escritores, amas de casa, oficinistas o camareros? Te recito de memoria cerca de cien.
Pero a lo mejor resulta más fácil romperse cuánto más expuesto estás o cuando ganas mucho dinero de forma muy rápida.
No creo que sea una cuestión de dinero ni de estar expuesto o dejar de estarlo. Cuando no eres tú mismo por representar un personaje y lo que queda al final es un testamento de cenizas, pues tiene que ser muy jodido. Pero, ¿en qué lugar no hay un juguete roto? Vete a una cafetería del centro de Madrid a las siete de la tarde, los ves desfilar arrastrando los pies y hartos de chatos.
¿Tú echas de menos a la televisión?
No, qué coño.
¿No volverías si te llaman mañana?
Si es algo que me interesa, sí, pero me tiene que interesar a todos los niveles. Yo no voy a estar en la tele solo por estar. He vivido cuarenta años sin ella, luego he estado veintitantos años en la tele y ahora puedo tener otra vida. Hemos hecho lo de Netflix y ha funcionado como un cohete. Seguramente hagamos una segunda temporada y estaré si me lo ofrecen, que supongo que me lo ofrecerán.
Sergio del Molino dijo que eras el crítico literario más influyente.
Lo ha dicho Sergio del Molino y algunos más, y no les falta razón. Lo que de verdad hacía ahí Sergio era criticar lo que hay, lo que tenemos, y cuál es la apuesta de las televisiones por la literatura, que es ninguna. Todo esto surge porque yo de vez en cuando me tomaba la libertad, contraviniendo las órdenes de la gente de más arriba que cobra una pasta porque vayan a publicitar un producto, de recomendar algo que había leído y me había gustado, fundamentalmente de escritores españoles.
Ahora tienes El padre de tus hijos, de Daniel Gascón, encima de esta mesa y antes le has citado.
Daniel Gascón me encanta. Tiene mucha personalidad para escribir en El País las cosas que escribe. Está muy bien. Pero me gusta mucha otra gente, como Sergio del Molino, Juan Soto Ivars, Alberto Olmos, Bustos, Cuartango… A Raúl del Pozo le adoro, ya no tanto por lo que dice, como por cómo lo dice. Me gusta seguir a muchos tipos de gente, no tienen por qué ser afines a mí ideológicamente. Me gusta ver cómo se expresan y, sobre todo, desde qué medio lo hacen.
Por cierto, aquí en el salón no tienes libros.
No, los tengo el despacho. A mí los libros en el salón no me gustan.
Sí tienes en esa esquina una guitarra, ¿la tocas?
No, es un regalo de Antonio Carmona. Está para cuando viene alguien que sepa y quiera tocarla.
¿Tienes una biblioteca muy grande?
Hoy, desgraciadamente, tengo una biblioteca corta, pero la que le dejé a mis hijos después de mi primera separación era bastante interesante.
¿Y dónde está ahora? ¿Sigue existiendo?
La tienen mis hijos repartida y eso me vale de consuelo porque va a ser la única herencia que les voy a dejar (risas).
¿Tienes amigos escritores?
Sí, alguno.
¿Qué has leído últimamente que te haya gustado?
Acabo de leer Mi padre alemán, de Ricardo Dudda, que me parece enternecedor. Me encantan los libros que hablan de los sentimientos relacionados con la familia o con los amigos, como hacías tú en Tan difícil como raro, que para mí ya dije que era uno de mis descubrimientos de 2023. Eso siempre me llega y Dudda cuenta la historia fundamentalmente de su abuelo, que perteneció a las SS, y lo habían tenido oculto en la familia. Incluso el padre nunca lo había verbalizado, no se sabe si por desconocimiento o por la propia voluntad de no darse por enterado. Hay una especie de redención o de entendimiento de que las circunstancias te pueden llevar a cometer cualquier atrocidad, y es un reconocimiento de la figura de su padre. También he leído estos días, Tía Buena, de Olmos, y me ha sorprendido el desconocimiento apriorístico que tenía de la psicología de una parte del género femenino. El resultado final es muy satisfactorio y casi un tratado filosófico.
Dime autores, géneros o algún tipo de libro que no soportes.
No soporto los libros de autoayuda, son un subproducto. Sobre todo los que se hacen con un carácter más comercial. No he sido capaz de leer ninguno en mi vida. Y luego hay autores que no es que no les soporte, pero sí entiendo que están sobrevalorados…
Dame nombres…
Joder, es que nos vamos a meter en un jardín… Pero me agreden mucho los autores que venden como churros por el mero hecho de ser famosos. ¿Has leído el Premio Planeta?
No…
Porque no tienes cojones (risas).
Pero resulta muy fácil meterse con el Planeta, todo el mundo sabe cómo funciona, y Sonsoles Ónega no es la única ni la primera…
Hombre, claro, ahí tienes a Ana Rosa, que no solo escribía mal, es que no escribía ni ella, y su negro optó por el plagio. Y Sandra Barneda. No tengo ningún problema con ella. Sandra me cae de puta madre, pero claro, tú entras en El Corte Inglés y de repente ves una góndola llena de sus libros…
¿Pero las has leído?
Lo mismo que tú a Sonsoles Ónega (risas). Al que sí he leído es a Risto Mejidey me parece muy potable. En Dieciséis notas, su último libro, ha hecho un trabajo de documentación impresionante
¿Se pueden escribir libros haciendo un programa diario de televisión?
Vamos a ver, ¿se puede escribir un libro siendo presidente del Gobierno?
Pero en ese caso sabemos todos hasta el nombre de la negra que lo ha escrito.
Supongo que también hay muchos que trabajan en la tele y que no han escrito sus libros. Entre otras cosas, porque si no sabes hablar, cómo vas a saber escribir. Yo lo hice con Dinio. Le encerré en el hotel Eurobuilding de Madrid con dos periodistas de la ETB y le hicieron su biografía. Le encerré una semana, no podía salir a ningún lado, y él me llamaba desesperado para que le sacara de allí (risas).
¿Ese libro vendió?
Bueno, hizo su negocio.
Tú eras el representante de Dinio.
Sí, lo fui durante dos años. Hacíamos bolos a seis mil y nueve mil euros, e hicimos sesenta.
Claro, porque además de la tele está todo ese negocio de los bolos en discotecas.
Estaba, ya no está…
¿No han vuelto después de la pandemia?
No, ni antes. Eso lo hundieron los personajes estos, los de Mujeres, hombres y viceversa, que van por trescientos euros. Pero hubo una época con Pocholo, Dinio…
¿A Pocholo también le representabas?
Con Pocholo hice algunas cosas… Pero eso era una puta locura, de verdad. Había fines de semana que a lo mejor facturaba veinte mil euros.
Y encima escribían libros…
Sí, la biografía de Dinio (risas).
Pues debía ser interesante y un género muy español, la picaresca.
Divertida sí era… Y dramática.
¿Cómo está él ahora?
Bien, centradito…
¿Ha dejado el porno?
No, pero está bien, con su mujer y sus hijos. Yo hablo alguna vez con Brian, uno de los niños. A Dinio yo le tengo mucho cariño.
Imagino que hay muchos personajes que piensas que se han convertido en juguetes rotos, pero están fuera del foco llevando una vida mucho más normal.
Sí, claro, son capaces de normalizar esa evolución y asumirla.
Has hablado de forma muy abierta de las drogas. Pocos personas lo han hecho en público y en un programa de máxima audiencia como Sálvame.
En este país, porque fuera es distinto…
Pero siempre, cuando se habla de droga, se suele escuchar el discurso del redimido, de la superación, del exadicto…
Yo he hablado abiertamente de mi experiencia con la droga. Siempre tienes que advertir que es tu experiencia y tu responsabilidad. En ningún caso he hecho apología de la droga, he hecho apología de tu libertad para entender la vida como te dé la gana. Yo dije, y fue muy criticado, que llevaba cincuenta años consumiendo cocaína. Era la verdad, y ya está. ¿Eso quiere decir que se puede tomar? Hombre, pues a lo mejor habría que decir más cosas, a lo mejor habría que decir que de sobredosis de cocaína fallecen siete personas al año en España.
¿Solo siete?
Siete, siete, ese es el dato oficial. Hay más muertes pero asociadas con otras patologías, patologías que también te pueden dejar seco sin necesidad de tomar cocaína. El tema no es tan dramático en ese sentido como se vende. Ya veremos cuando llegue el fentanilo, que solo hay que darse una vuelta por Nueva York para ver qué es eso. Hay drogas mucho más perniciosas y letales que la gente desconoce o no quiere conocer. Tenemos un problema enorme como sociedad sobre nuestras cabezas y no sé por qué no se hace una campaña preventiva de verdad en ese sentido. ¿A qué está esperando la ministra de Sanidad? ¿Está más preocupada por prohibir fumar en las terrazas? ¿De verdad a esta gente le importa la salud de sus votantes y del resto? Como siempre la reacción vendrá cuando no tenga remedio.
¿Te trajeron problemas esas declaraciones sobre tus cincuenta años consumiendo cocaína?
Los problemas que te suelen traer en las redes, que te llaman cocainómano e hijo de puta, pero nada más.
Dijiste también que habías tomado cocaína para acabarte algún libro.
Es que la gente no está preparada para oír esas cosas. A lo mejor es que no han probado la cocaína, o es que tampoco leen. Yo que sé… No es mi problema.
Llama la atención que tú seas el único que has hablado con esa sinceridad trabajando en la televisión, aunque ahora me vas a decir que la televisión es como cualquier otro trabajo y que cocaína hay en todas parte.
En el mundo de los consultores la he conocido exactamente igual. A lo mejor tienes que estar dos noches sin dormir para presentar un informe y la gente se agarra a lo que sea. A mí me hace mucha gracia El lobo de Wall Street, es todo una puta parodia y un exceso, pero sabes que es cierto lo que está contando, y ese no es el mundo de la televisión sino el de los negocios. El consumo está generalizado y no es ajeno a ninguna profesión, incluida la política. Fíjate el señalamiento de Pablo Iglesias a Roberto Sotomayor. Hay que ser un estalinista redomado para decir eso a un compañero. Claro que la extrema izquierda siempre fue una cloaca de delatores, reaccionarios y moralistas baratos. Peores que los curas, mucho peores.
También has hablado sin reparos de otro tema que se suele ocultar: las cirugías estéticas masculinas.
Sí, hay cierto tabú porque hace años se asociaba con la homosexualidad y entonces nadie quería reconocerse o parecer homosexual, pero hoy ya no. ¿Por qué una mujer puede pintarse una ceja, teñirse el pelo o hacer lo que le dé la gana y un tío no? Me parece un planteamiento bastante machista.
Ya estás fuera de la lista de deudores a Hacienda.
Sí, y además la bajaron a seiscientos mil euros. Antes era un millón y salía como miembro de pleno derecho. A mí la lista esa me parece goebbelsiana. Es un señalamiento impropio de un Estado de derecho. Ahora, gracias a una sentencia del Tribunal Supremo, han sacado a un montón de personas porque habían recurrido su caso judicialmente y no pueden considerarte culpable hasta que no haya una sentencia firme. Hasta hace unos meses no era así y salía cualquiera que tuviera un contencioso importante con Hacienda. Xabi Alonso, por ejemplo, les ha acabado ganando en los tribunales. ¿Por qué tienen que señalar a nadie?, ¿por qué no hacen una lista de violadores, de depredadores sexuales, de asesinos, de políticos corruptos, de malversadores…? Cualquiera de esos delitos me parece bastante más grave que deber dinero a la Agencia Tributaria, pero a algunos se les indulta o les preparan una amnistía a la carta.
¿Y los toros?
También estoy en esa lista negra (risas).
¿Vas a la plaza?
He sido abonado durante muchos años en Las Ventas y he ido también mucho al callejón. Ahora cada vez voy menos, a lo mejor cuatro o cinco veces al año, pero tengo amigos en ese ambiente y disfruto de los toros.
¿Sigues a algún torero?
Sigo a Jose Tomás, a Roca Rey, a Manzanares… Me parece muy bien que haya gente que lo considere un espectáculo horrible pero que me dejen a mí mi libertad para elegir. No entiendo esa animadversión, trufada de ignorancia y oportunismo político, y esa denuncia de tortura porque el toro bravo tiene una vida privilegiada comparado con otras especies. Nos sentamos todos muy a gusto a comernos un pollo en pepitoria cuando resulta que ese animal sí ha padecido una vida absolutamente sometida a la tortura. O por qué no se persigue la pesca deportiva. La gente no sabe lo que sufre una pieza cuando se la arrastra durante horas enganchada a un anzuelo o a un arpón.
¿Crees que seguirá habiendo corridas dentro de veinte años?
Los toros acabarán siendo la fiesta nacional francesa, porque ellos se quedan con todo lo bueno que viene de fuera y todo lo que nosotros, país bastante paleto, despreciamos. Hay muchísimos ejemplos desde Picasso a Arrabal o Buñuel, incluso Luis Ocaña.
Otra de tus pasiones es el cine italiano.
El cine en general y el cine italiano en particular. Me parece que ellos tienen una sensibilidad muy especial. Ahora menos, pero aún hay películas y directores como Sorrentino que se pueden salvar. Soy muy fan de Mastroianni. Para mí es un icono, me parece un camaleón maravilloso, está a la altura de los mejores actores de la historia por esa capacidad para transmitir sensaciones tan distintas, se mueve en el drama con una verosimilitud brutal y en la comedia era incomparable. Es difícil no reconocer su trabajo en Una jornada particular como una obra maestra. O Vittorio Gassman… Y luego están esas actrices tan voluptuosas, tan hembras… Y ahora me dirán que soy un machista (risas), pero es así y soy así: adoro la belleza.
¿Qué película o qué historia de mafiosos te hubiera gustado protagonizar?
Jajajajaja. La de algún personaje de Los Soprano.
O a lo mejor ya has protagonizado alguna…
Algo me ha salpicado, he estado en algún sumario por tener relaciones…
¿Con los Miami?
Sí, los Miami…
¿Viste la serie que hicieron, El inmortal?
Me parece una mierda (risas), todo hay que decirlo. No la llegué a ver entera, vi un par de capítulos.
Les conociste, claro.
Yo y cualquiera que se moviera esos años por la noche. He tenido relación incluso de amistad con alguno de ellos y no lo vi bien reflejado. Me pareció casi una parodia.
Otra de las palabras que has utilizado para definirte es inocente, ¿aún lo sigues siendo?
Yo creo que te sigues pegando hostias hasta que te vas. La inocencia es más un arma de defensa que otra cosa. En el momento que pierdes esa capacidad de que te sorprendan determinadas cosas, te quedas en la desilusión y el descreimiento más absolutos. Es muy duro cuando te traicionan, o cuando tú traicionas, pero es más duro no creer en la gente.
¿Cuándo tú traicionas?
Yo no creo que sea un ser de luz, como dicen ahora los idiotas. En el transcurso de una vida pasan muchas cosas y tienes muchas ocasiones de descubrirte y de defraudarte. Piensas que hay algo que no harás nunca y luego lo haces.
No hemos hablado del Madrid.
El Madrid es algo más que un equipo de fútbol. Es la única evidencia de la existencia de Dios.
Pensaba que ibas a decir que era más que un club, como el Barça.
No, en serio, digo para mí. Forma parte de mi vida. De vez en cuando voy con mi nieto al fútbol y me emociona porque yo también iba de niño. Había una entrada para menores de catorce años y militares sin graduación, en el tercer anfiteatro, arriba del todo, y la gracia consistía en que nos íbamos colando y al final acabábamos en tribuna. Son muchas experiencias unidas al fútbol, muchas alegrías, muchas emociones. El Madrid es una parte de mi vida, de mi forma de entenderla y de haberla disfrutado. Gracias a Dios, los equipos se pueden elegir.
¿Y el Barça?
Lo del Barça merece un comentario aparte. Es el ejemplo claro de cómo se construye un relato victimista y oportunista. Es el único club que condecoró tres veces a Franco, la última poco antes de morir, fue beneficiado con la recalificación ilegal de su antiguo estadio para sacarlo de la ruina, etc. Y luego se han vendido como defensores de la libertad, la independencia y la decencia. Son un escándalo de corrupción a nivel mundial, han ganado tres Champions atracando a los rivales de forma escandalosa. Han comprado al vicepresidente del colegio arbitral durante veinte años. Controlan las instituciones sin ningún rubor, hacen trampas financieras rompiendo el fair play. Manipulan el Var y el Vor… En fin, son todo un ejemplo de ética y limpieza.
Dices que los equipos se eligen, y es cierto, pero luego ya no puedes cambiar. Cambias de casa, de trabajo, de pareja… De todo menos de equipo.
Qué va, yo creo que hasta de eso se puede cambiar y hay que cambiar. A mí me ha costado mucho dinero convencer a mi nieto de que no fuera del Chelsea (risas).
¿Qué planes tienes? ¿Qué vas a hacer ahora?
Creo que vamos a seguir con lo de Netflix y hay otras alternativas y otras vías de negocio en las que ya estoy profundizando. Cruzado de brazos no me voy a quedar.